de Daniel Quintero
Cerebro
Mágico
a
Joaquín, mi viejo
William Shakespeare
cuyo padre, como el
mío, era carnicero,
posiblemente haya
recibido poesía
en esas mañanas de
picardía y quejas
cuando las vecinas
esperaban su turno
y entre carnes de
estofado y trozos para guisar
el pequeño Guillermo
construía sus letras.
El padre de Shakespeare
nunca supo que marcaba
su oficio,
así llegaban a él resoluciones
literarias
por trozos de carne
cortada
por un cuchillo en
prosa,
pulpas y huesos para un
caldo desde donde
salían los vapores que
después fueron sonetos.
Así entre tanta res
despostada
Shakespeare iba dándole
sentido moderno
a los mitos griegos.
por esos tiempos, y
entre otras cosas,
los mitos estaban
resueltos,
ya existía el
psicoanálisis,
las vecinas eran más
factibles,
había luz eléctrica y
baterías
que en el juego del
Cerebro Mágico
encendía una lámpara
cuando se preguntaba...
el padre de qué gran
dramaturgo inglés era carnicero?
Así llegaron a mí
entre churrascos y
carne de poesía picada
versos coloridos de
sangre,
cuentos, quejas y
murmullos
en la melancolía y al
amparo
de una diminuta luz de
este juego
que acierta, da
conmigo,
responde William
Shakespeare
y sin saberlo, como su
padre/como el mío/
marcan este oficio.
(Del libro de poesía: Malhoja, Colección el rey tuerto; Ediciones Parque Chas.)
Muy buena
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