domingo, 19 de julio de 2015

Cerebro mágico

Un poema
de Daniel Quintero









Cerebro Mágico
a Joaquín, mi viejo



William Shakespeare
cuyo padre, como el mío, era carnicero,
posiblemente haya recibido poesía
en esas mañanas de picardía y quejas
cuando las vecinas esperaban su turno
y entre carnes de estofado y trozos para guisar
el pequeño Guillermo construía sus letras.
El padre de Shakespeare
nunca supo que marcaba su oficio,
así llegaban a él resoluciones literarias
por trozos de carne cortada
por un cuchillo en prosa,
pulpas y huesos para un caldo desde donde
salían los vapores que después fueron sonetos.

Así entre tanta res despostada
Shakespeare iba dándole sentido moderno
a los mitos griegos.


Mi infancia fue algo más cómoda,
por esos tiempos, y entre otras cosas,
los mitos estaban resueltos,
ya existía el psicoanálisis,
las vecinas eran más factibles,
había luz eléctrica y baterías
que en el juego del Cerebro Mágico
encendía una lámpara cuando se preguntaba...
el padre de qué gran dramaturgo inglés era carnicero?

Así llegaron a mí
entre churrascos y carne de poesía picada
versos coloridos de sangre,
cuentos, quejas y murmullos
en la melancolía y al amparo
de una diminuta luz de este juego
que acierta, da conmigo,
responde William Shakespeare
y sin saberlo, como su padre/como el mío/
marcan este oficio.

(Del libro de poesía: MalhojaColección el rey tuerto; Ediciones Parque Chas.)

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