Cuando digo tu nombre,
Señor de los ruiseñores
Y del bosque altivo,
Se aligera
El paso del hombre;
Eres inagotable esperanza,
Fuente de la vida.
Cuando digo tu nombre, mi
bienamado poeta,
Mis palabras callan a la
palabra,
Mi existencia se inflama
ante la tuya;
Gracia que no proviene
Hace gala de dones y de hermosura.
Señor de los ruiseñores
Y del bosque altivo,
Veneramos lo frágil
Si es duro el día,
Cuando digo tu nombre,
Mi bienamado poeta.
Héctor Alvarez Castillo
Palemo, junio de 1994
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