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miércoles, 13 de enero de 2010

El día de la escritura


El día de la escritura
a H. L.



No era común que habláramos de lo que estaba escribiendo. Sé que cuando concluyó esa novela inmensa –para mí de una importancia mayor en nuestra literatura– por años sólo se dedicó a sus clases y a notas menores, que aparecían en algún suplemento como señal de que seguía entre nosotros. Pero hace tiempo que trabajaba en ese capítulo inicial. Iba a ser un texto breve. No más de cien páginas en contraste a aquella obra descomunal. Hasta mencionó probables editoriales. Pero durante meses no avanzaba. Estaba detenido en la imagen cuando el protagonista es secuestrado por un grupo de tareas y es interrogado y golpeado y queda tirado en el piso, apenas consciente.
Leí esas líneas en un adelanto para una revista de la facultad. Mientras que él dejaba que pasase el tiempo para que solo, por sí mismo, llegara el día de la escritura de ese nuevo texto. Quizá así también hayan sido los últimos meses. Los escritores saben que el tiempo es limitado. Que no hay margen. Lo perciben como un cerco cotidiano. Viven ese apremio. Pero el tiempo sucede. No hay voluntad que lo detenga.

Una noche, que ya era madrugada, íbamos caminando y comentó con ligereza: "¡Cuánto podríamos haber escrito sin estas salidas!" Fue hace diez años. Estaba la avenida abierta ante nosotros, con luces de los bares y el obelisco allá en lo alto, y sonrió, sonrío como lo hacía constantemente. Enigmático y complaciente. Y fui cómplice de esa frase y de esa sonrisa. Nos despedimos pocas cuadras adelante.

Que sepa, la novela no se concluyó. Otros días habrá regresado a esas páginas, pero la indefinida vastedad de la tarea artística –ese lidiar con la propia obra– tiene la particularidad de que en ocasiones nos alienta y en otras nos hace a un lado.


Villa Urquiza, julio de 2008

miércoles, 6 de enero de 2010

Los grandes comienzos V


Los grandes comienzos V

Al menos me vienen a la memoria cinco comienzos narrativos privilegiados: el del cuento "El Aleph", del argentino Jorge Luis Borges (1899-1986), el de la novela "Cien años de soledad", del colombiano Gabriel García Márquez (1928), el de la nouvelle "El extranjero" del francés Albert Camus (1913-1960), el de la novela "El amante de Lady Chatterley" del inglés D. H. Lawrence (1885-1930) y el de la novela "Hambre" del noruego Knut Hamsun 1859-1952.
El tono y la contundencia, además del estilo del artista que se expresa con decisión, son algunas de las notas que a mí, personalmente, me seducen de estos textos. Inauguran un mundo sin contemplaciones.

Hambre, Knut Hamsun

"Era el tiempo en que yo vagaba, con el estómago vacío, por Cristianía, esa ciudad singular que nadie puede abandonar sin llevarse impresa su huella... Estoy acostado en mi buhardilla, no duermo; oigo sonar las seis en un reloj vecino. Hay mucha claridad y la gente comienza a moverse por la escalera. La pared de mi habitación, correspondiente a la puerta, está empapelada con números viejos del Morgenbladet. Puedo ver en ellos distintamente un «aviso» del director de Faros, y un poco a la izquierda, grande y ancho, un anuncio de pan fresco, de Fabian Olsen, panadero..."

martes, 5 de enero de 2010

Los grandes comienzos IV


Los grandes comienzos IV

Al menos me vienen a la memoria cinco comienzos narrativos privilegiados: el del cuento "El Aleph", del argentino Jorge Luis Borges (1899-1986), el de la novela "Cien años de soledad", del colombiano Gabriel García Márquez (1928), el de la nouvelle "El extranjero" del francés Albert Camus (1913-1960), el de la novela "El amante de Lady Chatterley" del inglés D. H. Lawrence (1885-1930) y el de la novela "Hambre" del noruego Knut Hamsun 1859-1952.
El tono y la contundencia, además del estilo del artista que se expresa con decisión, son algunas de las notas que a mí, personalmente, me seducen de estos textos. Inauguran un mundo sin contemplaciones.

El amante de Lady Chatterley, D. H. Lawrence

"Nuestra época es esencialmente trágica, y precisamente por eso nos negamos a tomarla trágicamente. El cataclismo ya ha ocurrido, nos encontramos entre ruinas, empezamos a construir nuevos y pequeños lugares en que vivir, comenzamos a tener nuevas y pequeñas esperanzas. No es un trabajo fácil. No tenemos ante nosotros un camino llano que conduzca al futuro. Pero rodeamos o superamos los obstáculos. Tenemos que vivir, por muchos que sean los cielos que hayan caído sobre nosotros."
"Más o menos ésa era la postura adoptada por Constance Chatterley. A causa de la guerra, se le había derrumbado encima la casa. Pero se daba cuenta de que es preciso vivir, vivir y aprender."
"Se casó con Clifford Chatterley en 1917, en ocasión de encontrarse éste en casa, con un mes de permiso. Su luna de miel duró un mes. Luego, Clifford volvió a Flandes, para ser devuelto de nuevo a Inglaterra, seis meses más tarde, casi totalmente destrozado. A la sazón, Constance, su esposa, tenía veintitrés años, y Clifford veintinueve."
"Clifford se agarró a la vida de una manera pasmosa. No murió y los destrozos en su cuerpo parecía que estuvieran en trance de remendarse. Dos años estuvo en manos de los médicos. Al fin dijeron que estaba curado y que podía reanudar la vida, con la mitad inferior de su cuerpo, de cintura abajo, paralizada sin posible remedio."

lunes, 4 de enero de 2010

Los grandes comienzos III


Los grandes comienzos II

Al menos me vienen a la memoria cinco comienzos narrativos privilegiados: el del cuento "El Aleph", del argentino Jorge Luis Borges (1899-1986), el de la novela "Cien años de soledad", del colombiano Gabriel García Márquez (1928), el de la nouvelle "El extranjero" del francés Albert Camus (1913-1960), el de la novela "El amante de Lady Chatterley" del inglés D. H. Lawrence (1885-1930) y el de la novela "Hambre" del noruego Knut Hamsun 1859-1952.
El tono y la contundencia, además del estilo del artista que se expresa con decisión, son algunas de las notas que a mí, personalmente, me seducen de estos textos. Inauguran un mundo sin contemplaciones.

El extranjero, Albert Camus

"Hoy ha muerto mamá. O quizás ayer. No lo sé. Recibí un telegrama del asilo: "Falleció su madre. Entierro mañana. Sentidas condolencias." Pero no quiere decir nada. Quizás haya sido ayer.
"El asilo de ancianos está en Marengo, a ochenta kilómetros de Argel. Tomaré el autobús a las dos y llegaré por la tarde. De esa manera podré velarla, y regresaré mañana por la noche. Pedí dos días de licencia a mi patrón y no pudo negármelos ante una excusa semejante: "No es culpa mía."

Los grandes comienzos II


Los grandes comienzos II

Al menos me vienen a la memoria cinco comienzos narrativos privilegiados: el del cuento "El Aleph", del argentino Jorge Luis Borges (1899-1986), el de la novela "Cien años de soledad", del colombiano Gabriel García Márquez (1928), el de la nouvelle "El extranjero" del francés Albert Camus (1913-1960), el de la novela "El amante de Lady Chatterley" del inglés D. H. Lawrence (1885-1930) y el de la novela "Hambre" del noruego Knut Hamsun 1859-1952.
El tono y la contundencia, además del estilo del artista que se expresa con decisión, son algunas de las notas que a mí, personalmente, me seducen de estos textos. Inauguran un mundo sin contemplaciones.

Cien años de soledad, Gabriel García Márquez

"Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. Macondo era entonces una aldea de veinte casas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos. El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo."