El
goteo incesante de almas.
Cuatro
troncos de árboles vivos, mojados con violencia, se alzan a metros de donde
estoy. La lluvia se derrama excesiva.
Un rumor no cesa alrededor. El
cachorro está a mi lado. Respira con pausas y luego bosteza.
No se detiene, la fuga de almas no
se detiene.
Macetas inundadas ahogan plantas a
su guarda. Y sube el color intenso de la cerámica hasta un marrón naranja
encendido.
Esa mujer que vi, destinada a
caminos que no descifraré ni conozco, me comunicó sobre los árboles y sobre el
agua un saber que no tenía.
Una mano delicada, a trazos de
artista, borra en nuestro descuido y silencio las formas de los otros. Un día
nuestro contorno también es suprimido.
Villa
Devoto, noviembre de 2009
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