domingo, 3 de marzo de 2013

Serás mi alimento


            Comenzaré comiéndote un brazo, seguiré por las piernas, los talones, seguiré por los dedos. Luego regresaré al cuerpo, a todo el húmedo cuerpo. No te dejaré los labios. Los labios serán míos. No te quedará nada. A la hora de la siesta, mi boca tomará tu cuello, tu cabello, tus ojos; tomará tus entrañas. Moleré tus dientes con mis dientes, tus huesos con mis huesos. Devoraré todo lo tuyo, lo que te pertenece, lo que ansío y se presagia inasible. Serás mi banquete; me daré el gusto de comerte, de sentirte bien dentro.


   Hay ocasiones en las que oigo a un pájaro cantar a lo lejos y no veo sus ojos ni adivino su sombra, esas veces me he preguntado: ¿Por qué deseo hacerlo? No conozco a ese pájaro, sólo oigo su canto. El canto de ese ave que me habla y no sé qué habla. Me lo he preguntado y me animo a decírmelo cuando vuelvo sobre ti y se agota el día sin que se agote el deseo.


            Deseo comerte para que siempre estés cerca, para tenerte de todas las formas, para que nunca más, ninguno de los dos, esté ni vuelva a estar solo. Para que siempre, siempre; por eso deseo comerte. Y para que sigamos juntos, de una manera a la que aspiro y no sé si tiene nombre, a la que aspiro y no sé si es verdad, por eso deseo comerte, por eso puedo irme para siempre, porque no sé lo que sucede, porque apenas lo entiendo, porque te he probado, porque mi paladar sabe del sabor de tu carne, de la furia de tus besos, de lo suave de tu cuerpo. Por eso y lo que callo, voy a comerte.

Villa Urquiza, enero de 2005



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