martes, 15 de mayo de 2012
Teatro a toda hora
jueves, 3 de mayo de 2012
Y Hegel ¿dónde está?
Escribe: Héctor Alvarez Castillo
“… la lechuza de Minerva inicia su vuelo al caer del crepúsculo.”
Prólogo “Filosofía del derecho”, Hegel
De las historias que me han llegado pocas me impresionaron tan gratamente como el relato de que mientras ocurre la batalla de Jena –que decidirá, en 1806, el dominio de Napoleón sobre Prusia– Hegel se mantiene entregado a la escritura de las páginas finales de “La fenomenología del espíritu”. El filósofo reside en la ciudad, está a kilómetros de donde suceden los hechos, y persiste en su tarea especulativa. Esa capacidad de abstracción, al tiempo que de comprensión de lo histórico, siempre atrajeron mi atención sobre Hegel, y más en estos días, plenos de agitaciones sociales desparramadas por todo el orbe.
La derrota ante las fuerzas napoleónicas sobre el anticuado ejército prusiano, significa para el filósofo la realización del espíritu absoluto en la figura del emperador francés. Y en esas tribulaciones, nuestro filósofo, impertérrito, permanece concentrado en la escritura de la que será una de sus obras esenciales. Al abandonar la convulsionada Jena, se llevará consigo el manuscrito y dejará atrás, en su itinerario, al que era uno de los primeros centros intelectuales de habla alemana. El mundo se ha sacudido ante sus ojos. Ya en 1807, instalado en el reino de Baviera, declara que sigue con interés los acontecimientos que se dan en él.
Nosotros no estamos ni partimos de Jena. Estamos en España, en Wall Street, en Oriente, estamos en esta aldea que hoy se ha dado en denominar global. Y sentimos que nos faltan interpretaciones originales y genuinas para adentrarnos en la terra incognita que percibimos a través de las diversas protestas diseminadas por todo el mundo. Y debido a la alta diversidad en la naturaleza de estas expresiones sociales, a su carácter heterogéneo, nos urge más de una lámpara para que eche luz sobre lo que está ocurriendo. Actualmente sólo recibimos de parte de los entendidos balbuceos e intentos de compresión, que no son más que guías transitorias, corregidas según las últimas noticias.
En la metáfora usada por Hegel, le lechuza, el símbolo griego de la sabiduría, el numen de Palas Atenea, inicia su vuelo al caer del crepúsculo, cuando: “un aspecto de la vida ha envejecido y en la penumbra no se la puede rejuvenecer, sino sólo reconocer.” Falta tiempo para que hagamos la digestión del presente. Nuestras sociedades parecen estar probando el cordero bocado a bocado, llevadas por su ritmo, y puede que los platos servidos sean de lenta asimilación.
miércoles, 2 de mayo de 2012
Sobre Buenos Aires, Capital del Libro
Héctor Alvarez Castillo
"Un libro, cualquier libro, es para nosotros un objeto sagrado”
Del culto de los libros, Jorge Luis Borges
Percibo que nuestra sociedad se ha ido acostumbrando a celebraciones que tienen más de pompa y circunstancia, que de sincero y genuino homenaje a lo que se figura motivo de la cita. Esto se debe a que los oficiantes de lo público proyectan, desde los organismos del estado, distintas estrategias hacia un fenómeno que les resulta ajeno. Lo que se produce llega como gesto de disculpa social o de una reparación pasajera, más que como acto emanado de una generosa política cultural.
Al Libro, símbolo y sostén del conocimiento, lo vinculamos, por instinto, a la Literatura, más allá de que sea vehículo de todo lo que concierne al ser humano. Y cuando surgen esos enunciados grandilocuentes de “Capital Mundial”, a nuestro convidado le aparecen acompañantes y festejos, que intentan despertar en los ciudadanos una atención adormecida o inexistente. Se habla de escritores, de títulos de obras, se citan versos, párrafos. Pero al Libro: ¿esto le sirve de algo, tiene alguna relación con él, o sólo es propaganda para unos y beneficio material para otros?
Buenos Aires desde las páginas de más de una obra literaria, así como sus calles, sus bares, los seres que viven y han vivido en ella, goza y comparte otro origen y naturaleza. Ese ruido de eventos e inauguraciones, nacidos de una concepción fashion y publicitaria, no rozan al libro ni a su creación y su lectura. Juvenilia de Miguel Cané, La gran aldea de Lucio López, Misteriosa Buenos Aires de Mujica Lainez, los cuentos de Cortázar, los poemas de Borges, saben de lo que hablo. Cuando el 2011 concluya nada se habrá agregado a lo que era del libro en esta ciudad, salvo por la obra y el apego de aquellos porteños que, constantemente, frecuentan ese objeto sagrado, fuera de la atención de los calendarios.