lunes, 28 de diciembre de 2015

Grutas

Otro cuento de 
Juan José Delaney







Aunque en realidad no tenía previsto destinar la tarde a la lectura, fue porque el libro lo tenía ansioso y perturbado que optó por sentarse indolentemente bajo un árbol. Así, unos pocos minutos fueron suficientes para que el mundo todo se abstrajera de quien consumía las páginas con seriedad litúrgica.

En algún momento levantó los ojos y al rever aquella pictórica naturaleza –los arbustos y rocas que lo rodeaban– dio con una abertura casi disimulada en las profanas piedras, la que ofrecía la entrada a un túnel o a un escondite. No lo pensó dos veces: cerró el volumen y herido por la curiosidad se dispuso a averiguar. Debido a la estrechez de la grieta le resultó difícil introducirse pero una vez que lo hubo hecho logró ponerse de pie. Pronto empezó a caminar dando vueltas en medio de la oscuridad que se hacía insoportable pese a lo cual él persistió. No obstante, vio pronto que la exploración carecía de sentido y que hasta podía ser peligrosa, por lo que eligió volverse. Trató de rehacer la senda que lo había conducido hasta ese lugar tal vez por pura casualidad pero sólo chocó contra impasibles piedras sin dar con salida alguna. Dejó caer los brazos y se detuvo como para razonar y aplacar el ya evidente nerviosismo. No pudo. Tiró el texto que aún tenía entre manos y casi simultáneamente la claustrofóbica garganta desesperó, mientras golpeaba las imperfectas paredes. La crisis se agravó con recuerdos que acudieron a él forjando lo peor: la admisión de que, como tantas víctimas de la palabra, también él se había extraviado quizás para siempre.

miércoles, 11 de noviembre de 2015

El peligro de la oposición

Por: José Hernández 






Editorial aparecido
el 20 de agosto de 1869
en el Nro. 13, del periódico 
El Río de la Plata



I


  La oposición es siempre útil a los pueblos y a los gobiernos, por más que muchas veces sea apasionada e injusta. Ella es un testimonio de la liberalidad de las instituciones y del respeto de la autoridad hacia los derechos que consagran.
  La lisonja o el aplauso irreflexivos corrompen la fuente de la verdad, y hacen el efecto de una venda puesta sobre los ojos del que camina al borde de un precipicio. De aquí el mal de la prensa oficial. Nosotros condenamos esa prodigalidad de los gobiernos que buscan defensores en la prensa a todo trance, y que creen que no pueden merecer justicia si no la compran a caro precio. Con una imprudente ligereza, y un infundado temor, esos gobiernos se cierran a sí mismos las puertas de la verdad, y privan a la opinión de los órganos que la ilustran.
  El elogio sólo puede satisfacer cuando es espontáneo porque ¿qué otra cosa pueden esperar los gobiernos de sus órganos, sino aplausos reiterados, cuando obran bien y cuando proceden mal?
  El concurso, a que deben aspirar los gobiernos republicanos, es el de la opinión, libremente manifestada, y este se adquiere, marchando siempre por una vía recta, y teniendo por únicos aliados la libertad y la justicia.
  Más sirve a los gobiernos la prensa opositora, que la prensa oficial, porque aquella señala siempre los errores y los escollos, mientras que ésta se empeña en facilitar el camino y en obscurecer la verdad que hiere y deslumbra.
  No faltarán nunca los gobiernos, apóstoles de la idea que aplaudiesen sus buenos actos y lo alentasen en la ruta del bien. ¿A qué, pues, buscar la dudosa sinceridad del aplauso interesado?
  Decíamos que la oposición es siempre útil y mucho más allí donde el error tiene sus sacerdotes, que se empeñan la más de las veces en hacernos comulgar con ruedas de molino.
  La exageración de la oposición en la prensa, se destruye por sí misma, como los glóbulos de jabón se desvanecen en el aire.
  No combatimos pues la oposición, no le negamos su razón de ser, y no podríamos negarla sin suicidarnos. Los derechos son solidarios y la máxima evangélica que aconseja no desear al prójimo mal que no querríamos para nosotros, encierra una profunda enseñanza moral.
  Los que combaten la libertad de prensa, los que desconocen hoy los preceptos del derecho y de la justicia, se exponen a ser mañana las víctimas de su injustificable aberración.



II

  Pero si es legítima, si es saludable la oposición, en los límites de la prensa, es profundamente perturbadora, cuando ella se convierte en su voz de alarma, en la bandera de guerra, que los círculos reunidos agitan con desordenado furor, sobre la ruina que ellos mismos labraron, y que hoy sirven de pedestal a la reacción que nos amenaza.
  La prensa independiente, libre del peso de los errores con que pactaron en todo tiempo los apologistas del poder, debe prevenir al desborde de una oposición así inspirada que quiere envolver al país de nuevo en las tenebrosas complicaciones de otra época infausta, en que obscurecidos nuestros horizontes políticos, nos vimos amenazados de una inminente conflagración.
  El mal ha ido retrocediendo, y la renovación legal del los poderes, bajo la impresión de sangrientos sucesos, vino a abrir a la esperanza el alma desencantada del porvenir.
  A tiempo arrebatábase de las manos de los caudillos la autoridad de que los invistiera la ley, y el país libre del peso abrumador, respiró un momento. Sísifo concibió la esperanza de subir a la montaña la piedra endemoniada.
  Nosotros estamos lejos de cantar hosannas a la nueva situación, cuyos errores advertimos y cuyo camino estamos interesados en facilitar.
  Buscamos la paz, la estabilidad y las garantías de una situación afianzada contra las complicaciones exteriores y la lucha anárquica que fermenta en el interior. Es ese el anhelo íntimo del país, el grito unísono de los pueblos debilitados y desangrados en esa larga carrera, en que los ha precipitado el impulso vigoroso de los sucesos.
  ¿Y acaso se llega a ese fin desprestigiando el principio de autoridad, fomentando la anarquía, y preparando el campo a la reacción sangrienta del pasado?
  Sangrienta, hemos dicho, y no deseamos vernos obligados a contar el número de cadáveres que el vértigo destructor de una política funesta ha dejado sembrados en cada una de las mil batallas, libradas para satisfacer el apetito de la vanidad insensata y de una ambición bastarda.
  Queremos, por el contrario, apartar la vista de ese cuadro sombrío, y solo invocamos las sombras del pasado, para aleccionarnos en el presente, para prevenirnos en el futuro.


 
III

  En esta situación vidriosa y difícil, que crea al gobierno la oposición del círculo vencido y agobiado por el peso de la opinión que le acusa, ¡qué camino se abre a la política del gobierno!
  La prensa guarda silencio sobre las cuestiones que suscita la situación especial del país ante el peligro de una oposición violenta y de una conspiración clandestina.
  ¿Dónde ha de buscar fuerzas el gobierno que aspire a la gloria del triunfo, en las cuestiones fundamentales de la organización social y política de la República flagelada?
  El gobierno debe buscar esa fuerza en los incalculables recursos que la opinión pone al servicio de los gobiernos que saben interpretar su mandato y dirigir la nave en las revueltas ondas de la política.
  Una política alta y generosa, conciliadora sin debilidad, protectora sin privilegios, de iniciativas, de mejoras y de progresos, es lo que necesita para vencer la crisis, es lo que reclama el país por medio de sus órganos caracterizados.
  Abordar la solución de todos los difíciles problemas sociales y económicos, dar seguridad a la vida, al derecho, a la propiedad, estimular el respeto a la ley, reprimir con mano fuerte el abuso de funcionarios despóticos, fomentar la industria, el comercio, eso es lo que necesitamos, ese antídoto contra las reacciones del mal.
  Así como la generosidad es el más noble castigo de la ingratitud, la práctica de la virtud es la derrota del vicio y de la inequidad.



miércoles, 14 de octubre de 2015

Línea de fuego

Héctor Alvarez Castillo 


  Estoy escribiendo un cuento donde un personaje inquiere a la persona, con la que vive hace años, en qué lo afectaría si él se suicida. Y ella, luego de un breve silencio, le responde:

   -      Si te suicidás, ¿qué importa lo que a mí me afecte?

   Entonces mi personaje principal duda entre salir a la calle o servirse otra taza de café.





  Sáenz Peña, 14 de octubre de 2015

  Del libro: El límite del sentido

lunes, 28 de septiembre de 2015

Lo que he dejado por ti





Lo que he dejado por ti
Cuando era un poeta y a cada palabra
Consagraba mi vida,
Cuando era un poeta y nada, ninguna otra cosa,
Era medida para esta existencia.

Lo que he dejado por ti, aquello que nada retornara,
Ni la música que en vano pobló el tiempo,
Ni la lluvia que albergaba en la fresca noche
Nuestros cuerpos sujetos,
  Sombras amadas al nacer la aurora.

Lo que he dejado por ti, lo que mi boca no pronunciará,
Ni el recuerdo hará gala entre los hombres,
Trofeo que el orgullo no penetra ni luce su locura.
Lo que he dejado por ti.


Héctor Alvarez Castillo
Del libro. "La palabra es deseo, y otros poemas"
Editorial Victoria Ocampo 

viernes, 18 de septiembre de 2015

Memorias de la Guerra Guasú

Fragmento del poema 
épico y elegíaco,
inspirado en
la Gran Guerra
del Paraguay

Escrito por
Héctor Alvarez Castillo





III



Una historia cuenta el río,
La repiten las ramas
Cuando el viento habla,
El canto de los pájaros
Cuando la primavera
Retorna a los bosques.
La repiten
Las voces de los niños
Que no han visto
El rostro del padre,
Que ven
La madre
Llorar
En un rincón
De la casa.

Los vestigios de esta historia
Duermen en los libros,
Pero no hay memoria
Que todo lo sepa
Ni juicio
Que dé justo término
A esos destinos.
Vagan fantasmas
En la noche
Donde los halló
La muerte.


Siguen su triunfal procesión
La vanidad y el oro
Que enlutaron un continente,
La sabiduría
Y la compasión
Hacen la paz, no la guerra.

En Yataytí-Corá,
Usted, General,
Tuvo la oportunidad
De la clausura,
Pero decidió
Que el reguero
De sangre criolla,
De sangre americana,
No cesara su curso.
Usted consultó
Con el imperio aliado,
Y la voz del Imperio dictó
Que ese tronco joven
Se partiera en dos
Y que de su leña
Sólo restara ceniza,
Árbol fulminado por un rayo,
Madera de todo árbol talado.

Y en lo profundo de esas matanzas:
Todas banderas enlutadas,
Todas banderas en sangre.
No son felices los pueblos
En la fiesta de la Parca.
Los demonios de la naturaleza
Se asombran de nuestros actos,
Visitan los camposantos
Y sólo huelen ausencias.
Es el río
El que se lleva los cuerpos,
Son profundas fosas,
Gargantas enamoradas
Donde se entierran
Carnes ya sin alma,
De los de ellos,
De los nuestros.
Sangre que corre como río,
Río de sangre.


martes, 15 de septiembre de 2015

Hölderlin

Cuando digo tu nombre,
Señor de los ruiseñores
Y del bosque altivo,
Se aligera
El paso del hombre;
Eres inagotable esperanza,
Fuente de la vida.

Cuando digo tu nombre, mi bienamado poeta,
Mis palabras callan a la palabra,
Mi existencia se inflama ante la tuya;
Gracia que no proviene
De esta tierra ni de este cielo,
Hace gala de dones y de hermosura.

Señor de los ruiseñores
Y del bosque altivo,
Veneramos lo frágil
Si es duro el día,
Cuando digo tu nombre,
Mi bienamado poeta.



Héctor Alvarez Castillo
Palemo, junio de 1994



viernes, 28 de agosto de 2015

Cortázar y el jazz

“Si no se puede decir, hay que tratar de inventarle su palabra, puesto que en la insistencia se va cerniendo la forma y desde los agujeros se va tejiendo la red…”



Julio Cortázar: La vuelta al día en ochenta mundos.




Escribe: Héctor Alvarez Castillo



Reflexiono acerca de lo que nos atrae –a veces candorosamente– de Julio Cortázar, y en esta línea de pensamiento entiendo que es pertinente la recurrencia al jazz, sea como influencia o ámbito de comunión. Hay una anécdota de cómo llega la música a la vida de Cortázar y se transforma en una amiga inseparable. En su infancia, el niño que se abstraía del mundo que lo rodeaba gracias a lecturas que iban desde Poe a Julio Verne, padece un surmenage. El médico que lo atiende recomienda otras actividades, entre ellas la bicicleta que también alentaría su imaginación. Allí harán su aparición triunfante el boxeo y la música, como recreos a esa intelectualidad desmesurada. Y el jazz será la música privilegiada. Las fotos caseras con la trompeta entre las manos y la embocadura apoyada en los labios a nuestros ojos hoy son tan naturales como aquellas en que lo vemos junto a sus libros. 

La presencia de la música en su vida fue una consorte cómplice en la gestación de la originalidad que lo instaló como uno de los principales innovadores para las letras hispanas del siglo XX. Sus cuentos –de una estructura más compleja que los de Borges, al tiempo que de un corte clásico– ya lo hacían merecedor de un sitio de preeminencia entre sus contemporáneos. Pero en los escritos de Cortázar hay una característica lúdica que en ocasiones tiene la impronta y la frescura propias de aquello que se hace en una reunión entre amigos, donde reina la confianza y la intimidad –Recordemos que sobre él mismo había afirmado que papaba moscas–.El autor de ficciones como “Instrucciones para subir una escalera” y “Continuidad de los parques” –incluso cuando exhibe esa maestría donde cada palabra cae con gracia en el sitio en el que parece que siempre estuvo– en ocasiones nos da la sensación de estar improvisando, jugando, divirtiéndose con esa textura de palabras y sonidos, mientras alcanza puntos altos en su arte. Este don siempre animó su creatividad.

En tono con estas especulaciones, me animo a emparentar las improvisaciones jazzísticas con el espíritu de juego y de apertura presente en la obra de Cortázar. Pienso en las obras que edita desde 1959 a 1968, entre las que están Las armas secretas, 62/Modelo para armar e Historias de cronopios y de famas, y en el logro cumbre de este proceso: Rayuela. La atención está puesta en las asimetrías por encima de las simetrías, como una vía hacia la libertad y una existencia auténtica. Existe un hurgar en la realidad, modos propios de acercarse a ella y de recrearla en el intento de atrapar al menos alguna fracción de lo inefable y del sentido de lo inefable. El juego del ser y el devenir.

En los días inmediatos a la muerte de Charlie Parker, Julio Cortázar comienza la escritura de la obra que ningún amante del jazz dejará de leer: El perseguidor. Este cuento con aires denouvelle anuncia un viraje en su creación. Él mismo nos confiesa que al enterarse del fallecimiento del saxofonista decide iniciar inmediatamente esa narración en la que ya estaba meditando. Cortázar encuentra la estructura apropiada en la voz de Bruno, un periodista que siente devoción hacia ese alter ego de Parker y relata en primera persona las instancias que conducirán al desenlace de Johnny Carter. Por su testimonio nos enteramos de distintas peripecias en la vida de ese músico extraordinario, obsesionado por el tiempo y adicto a la droga y al alcohol.En palabras de Johnny: “–El compañero Bruno es fiel como el mal aliento.”


La lectura adolescente de El perseguidor es una revelación difícilmente igualable. El jazz y la literatura habitan ese texto entrañablemente unidos. Parafraseando a Cortázar o a su Johnny Carter, me atrevo a escribir: “Lectores, el jazz no es solamente música, la literatura no es solamente palabras, yo no soy solamente Johnny Carter.”El jazz le permitió a Cortázar una comunión con los otros en parte sólo posible a través de la vivencia compartida en la música. Quizá algo de verdad haya en esas palabras de Bruno: “(…) presentando a Johnny como lo que era en el fondo: un pobre diablo de inteligencia apenas mediocre, dotado como tanto músico, tanto ajedrecista y tanto poeta del don de crear cosas estupendas sin tener la menor conciencia (a lo sumo un orgullo de boxeador que se sabe fuerte) de las dimensiones de su obra.”



domingo, 19 de julio de 2015

Cerebro mágico

Un poema
de Daniel Quintero









Cerebro Mágico
a Joaquín, mi viejo



William Shakespeare
cuyo padre, como el mío, era carnicero,
posiblemente haya recibido poesía
en esas mañanas de picardía y quejas
cuando las vecinas esperaban su turno
y entre carnes de estofado y trozos para guisar
el pequeño Guillermo construía sus letras.
El padre de Shakespeare
nunca supo que marcaba su oficio,
así llegaban a él resoluciones literarias
por trozos de carne cortada
por un cuchillo en prosa,
pulpas y huesos para un caldo desde donde
salían los vapores que después fueron sonetos.

Así entre tanta res despostada
Shakespeare iba dándole sentido moderno
a los mitos griegos.


Mi infancia fue algo más cómoda,
por esos tiempos, y entre otras cosas,
los mitos estaban resueltos,
ya existía el psicoanálisis,
las vecinas eran más factibles,
había luz eléctrica y baterías
que en el juego del Cerebro Mágico
encendía una lámpara cuando se preguntaba...
el padre de qué gran dramaturgo inglés era carnicero?

Así llegaron a mí
entre churrascos y carne de poesía picada
versos coloridos de sangre,
cuentos, quejas y murmullos
en la melancolía y al amparo
de una diminuta luz de este juego
que acierta, da conmigo,
responde William Shakespeare
y sin saberlo, como su padre/como el mío/
marcan este oficio.

(Del libro de poesía: MalhojaColección el rey tuerto; Ediciones Parque Chas.)

domingo, 28 de junio de 2015

De profundis

Si al mirar hacia un pozo encendés un candil y una luz muy alta ilumina hasta el último rincón de esa profundidad, ese pozo, por más alejado que parezca tener el fondo, no esconde los misterios de los que te hablo.

         Debés hallar, entre todos, aquél que no permita que la luz alcance su corazón, aquél donde se derrama el sol y la oscuridad resiste hasta sumir al astro en algo propio, y entonces emerge con su aliento sombrío.
         Ése es el pozo más hondo. Ése es el pozo donde reconocerás tu rostro.



Villa Urquiza, septiembre de 1999
Héctor Alvarez Castillo
Del libro: Naif. Del Juego a la Literatura.
Alvarez Castillo Editor, 2015

miércoles, 17 de junio de 2015

Victoria Ocampo, presa política

La carta desconocida sobre su cautiverio
El 17 de junio de 1953, la fundadora de Sur les envió a Camus y otros escritores que pidieron por su liberación un testimonio de los 26 días que pasó en prisión
Por   | Para LA NACION




Victoria Ocampo pasaba varios meses del año en Mar del Plata. Llegaba antes del verano y se quedaba hasta promediar el otoño. Cada 7 de abril su cumpleaños lo recibía en Villa Victoria, esa casa de madera que había heredado de su tía abuela. Pero el 8 de mayo de 1953 algo alteró su rutina. Una comisión policial la detuvo en su casa y la trasladó a Buenos Aires, donde quedó presa durante 26 días en la cárcel de mujeres El Buen Pastor.
La noticia conmocionó a personalidades culturales del mundo, donde la escritora era bien conocida y movilizó a numerosos escritores célebres a organizar una campaña para pedir su liberación. En París, Albert Camus -que había sido huésped en Villa Ocampo, San Isidro- lideró el movimiento de escritores franceses. Él mismo redactó la carta que le fue entregada al embajador argentino en Francia el 20 de mayo. Los firmantes eran Pierre Brisson, Roger Caillois, Camus, Georges Duhamel, François Mauriac (premio Nobel), André Maurois, Roger Martin du Gard (premio Nobel), Christian Murciaux, Jean Paulhan, Jules Romains, PhilippeSoupault y Pasteur Vallery-Radot.
Escritores de otras latitudes se sumaron. Aldous Huxley y Waldo Frank impulsaron el Comité Internacional para la Liberación de los Intelectuales Argentinos. Gabriela Mistral le envió un telegrama al presidente Perón: "Profundamente contrariada por la noticia del encarcelamiento de Victoria Ocampo, ruego a vuestra excelencia liberarla recordando su labor internacional que ha prestigiado siempre a la Argentina". No menos relevante fue la intervención del primer ministro de la India, Jawaharlal Nehru.
La carta que aquí se transcribe parcialmente es la explicación que Victoria Ocampo envía a los escritores que pidieron por ella. Fue datada el 17 de junio de 1953 -apenas quince días después de su liberación-, es decir, hace hoy exactamente 62 años. Ese texto fue remitido en su momento por el Fondo Albert Camus de París a la Argentina como consecuencia de una investigación en el exterior sobre archivos vinculados a Victoria Ocampo que realizó la Biblioteca de Villa Ocampo a cargo de Ernesto Montequín durante la gestión de Nicolás Helft al frente de ese organismo.
Varias son las lecturas que podemos extraer de esa líneas, más allá de la obviedad que sería comentar la fragilidad de las libertades individuales de la época. Victoria no sólo no se victimiza, sino que relata la experiencia como el momento en el que se sintió más solidaria con sus semejantes. Cuentan que Victoria no pudo comprar el delantal cuadrillé que utilizaba en la cárcel porque era propiedad del Estado. Se quedó con el pequeño género que se había cosido en el pecho y que una de sus compañeras bordó con su nombre. Ponía ese trapito a la altura de las más encumbradas condecoraciones con las que fue distinguida. Quien lo bordó, una mujer de una condición modesta, compartió momentos de su vida con Victoria hasta que murió. Admiradora de Mahatma Gandhi, Victoria menciona que durante sus horas en la cárcel llamaba a su cabeza aquel pensamiento de ese pacifista: debo reducirme a cero. No hay salvación para alguien que no se pone a sí mismo en último lugar entre sus semejantes.

FRAGMENTOS DE LA CARTA DE V. O.

"Yo no he hecho nada fuera de ser antiperonista", escribió al salir de la cárcel El Buen Pastor
Desde el mes de diciembre no salí de Mar del Plata. No fue a mi casa ningún hombre "político". Mis huéspedes fueron los de siempre: Pepe Bianco, Enrique Pezzoni, Antonio López Llausas, Lola E. y Rosita C. Ninguna de estas personas tenía relación con gentes metidas en política. Naturalmente, se hablaba de la dictadura de P [erón]. Y de cuanta medida arbitraria y de cuanto atropello llegaba por vía de la prensa o por vía indirecta a nuestros oídos. Se hablaba de todo ello en forma clara y violenta. [...] El día 15 de abril, día en que P. habló desde los balcones de la Casa Rosada, estábamos Angélica y yo solas en Villa Victoria. Pusimos la radio. Pero como el discurso se parecía (el comienzo) a los que tantas veces habíamos oído, dejé la radio puesta y salí a caminar por el jardín. Después de unos minutos volví, y fue la mujer del jardinero (que estaba oyendo el discurso en su radio y en su cuarto) quien vino corriendo a avisarme que habían estallado dos bombas. La despaché diciendo que se pasaba la vida imaginando cosas. Al principio no creí lo de las bombas. [...] El 8 de mayo, me disponía a trabajar por la mañana (me había quedado sola en casa, con los sirvientes) cuando me anunciaron que me quería ver el comisario (supe, más tarde, que me habían ido a buscar a San Isidro a las 3 de la mañana). La visita matutina de ese personaje me sorprendió sin alarmarme en lo más mínimo. Estaba a cien leguas de imaginar que venía a detenerme. Para no hacerlo esperar dije que lo hicieran pasar a mi cuarto y lo recibí allí (yo estaba en la cama). Entró seguido de un inspector y me dijo que tenía orden de allanar la casa. [...]

Luego me dijo el comisario que tenía orden de llevarme a la comisaría. Pregunté por qué. Me contestó que ésas eran las órdenes y nada más. En la comisaría un agente tomó mis impresiones digitales, y esperé. Esperé, esperé. Al fin me mandó a llamar a su despacho el comisario y me dijo que había telefoneado a Buenos Aires el resultado negativo del allanamiento, pero que me necesitaban urgentemente en la Capital y que allí me iba a mandar en compañía de un agente. Volví a casa con el comisario, para buscar una muda de ropas, y mi cepillo de dientes, etc.. (una valijita) y salí para Buenos Aires en el ómnibus, custodiada por un agente vestido de civil. Llegamos a Buenos Aires a las 12 p.m. (retardados por la neblina). En la comisaría de Orden Político me hicieron pasar a un escritorio donde se encontraba ya otra detenida (era mi antigua administradora de Sur, Nelly Saglio, afiliada al Partido Socialista, pero tan inocente, en materia de complot terrorista, como yo). Nos dijeron que estábamos incomunicadas y que no habláramos una con otra. Hasta las tres de la tarde me tuvieron sentada ahí, en una silla dura. Luego me llevaron a otro escritorio para ser interrogada. Me preguntaron si conocía a los presuntos ponedores de bombas, fulano, mengano, etc. Dije lo que era verdad: NO. [...] Volví al escritorio y allí esperamos de nuevo con Nelly otra hora y pico. Felizmente, mi familia se había enterado de mi paradero y me mandaron comida. Acabábamos de devorar unos sándwiches cuando vinieron a buscarnos a Nelly y a mí. Salimos de Orden Político acompañadas por dos vigilantes. Nos metieron en un camión celular y nos depositaron, sans autre forme de proces, en EL BUEN PASTOR, la cárcel de mujeres. Ahí pasé 26 días. Veía detrás de tres rejas, a mi familia más allegada (hermanas y sobrinos) una vez por semana. [...] Entre nosotras, las once mujeres que vivíamos juntas, había una gran solidaridad. Todas éramos UNA, menos la peronista M. Nos hizo la vida amarga, pero yo le tenía más lástima que odio. Lo cierto es que no sentía odio por nadie. Las miserias, las debilidades de la humanidad y también sus arranques de generosidad nunca se me aparecieron con tanta evidencia como en esos 26 días, y me alegra haber tenido oportunidad de vivirlos. Éstas no son palabras en el aire. Además nunca he sentido como en esos días lo que significa la camaradería en la desgracia y el calor de la ternura humana entre desconocidas. [...] Durante mis días de cárcel vino una vez a interrogarme un inspector. El interrogatorio consistió en preguntarme si conocía a X., Y., Z., etc. A algunos conocía, a otro no (de Mar del Plata se habían llevado la libreta donde tenía apuntados los números del teléfono de mis amigos y relaciones). Me interrogaron especialmente sobre mi hermana menor o más bien dicho sobre su marido y las relaciones del marido. Como yo ignoraba qué pasaba (aunque estaba segura de que ellos no estaban metidos en líos políticos) me resultó muy desagradable. [...] 26 días después de mi entrada a la cárcel se presentó una monja en nuestro dormitorio y dijo (ya estábamos acostadas) "O. en libertad por orden del ministro". La monja estaba contenta de traerme la noticia. Era una mujer poco inteligente pero de gran corazón. [...]


Ninguno de los telegramas o pedidos que mandaron los escritores del exterior fue publicado en ningún diario de la República. La reclamación de los mexicanos fue mencionada en La Prensa, sin dar nombres ni decir de qué se trataba y agregando que tal reclamación carecía de toda importancia y que otro diario de México declaraba que, desde hacía muchos años, yo era una espía del F.B.I. Hace tres días se publicó en La Prensa que por pedido de Gabriela Mistral se me había puesto en libertad, pero que se seguiría investigando mis infracciones a tales y cuales leyes y se seguiría el proceso. ¿De qué infracciones y de qué proceso hablan? Lo ignoro. Lo estarán inventando. Yo no he hecho nada fuera de ser antiperonista y de censurar à haute et inteligible voix la dictadura monstruosa que nos aplasta.